El día del desconfinamiento fue un día histórico para nuestras vidas. Teníamos ya marcado con rojo en el calendario esta fecha. Por fin, tras meses en casa, pudimos salir a las calles a disfrutar del aire, a volver a respirar y a estirar las piernas. La espera se había hecho larga. La noche anterior sin apenas pegar ojo y el 2 de mayo se pasó muy lento hasta la hora deseada. Tras una primera falsa alarma en la que, al principio, se suponía que los jóvenes de 14 años e incluso menores podían dar un paseo cerca de cada, pero finalmente rectificaron y tomaron la decisión de que fueran los menores de 14 años los que podrían hacerlo. Esa tarde fue magnifica.
A las siete y media comenzamos a preparar las bicicletas: Hinchamos las ruedas, pusimos bien los sillines y pasamos el trapo para quitar el polvo. A las ocho ya estábamos listos y pudimos partir hasta nuestro destino. Al salir de casa había bastantes personas de nuestra urbanización saliendo a las calles, pero a los pocos metros la gente desapareció. ¡Lo único que había eran bicicletas! Según nos acercábamos a la bahía, más gente y más controles policiales había, pero el tráfico era escaso. El camino de ida lo hicimos por el carril bici hasta llegar a punto en el que tuvimos que pasar por Los Peligros porque había una zona cortada. A partir de ese momento se comenzaban a ver reuniones de personas sin apenas distancia de seguridad y las patrullas policiales desaparecieron a partir de este punto.
La playa fue un lugar difícil para superar, por lo que tuvimos que cruzar andando. Tras este paseo por la arena, tuvimos que ir hacía la carretera, que estaba cortada, para poder continuar pedaleando. Pasó una hora escasa desde que salimos de casa para poder llegar a nuestro destino: la playa de El Sardinero. Llegados a este punto, aparcamos nuestras bicicletas cerca de la entrada a la arena y fuimos a dar un paseo mojándonos los pies. Estuvimos un cuarto de hora ya que el agua helaba la sangre. Una vez secos, reanudamos el camino de vuelta. Al principio, había muchas cuestas, las cuales eran complicadas para subir tras haber estado mucho tiempo en casa y haber recorrido el camino de ida en bicicleta (10 km).
La carretera cortada fue la mejor opción para la vuelta a casa, aunque en algunos momentos tuvimos que ir por la acera para esquivar los pocos coches que por Santander circulaban. Una hora después, ya estábamos en casa. Recogimos las bicicletas y volvimos a casa, cansados y reventados tras pasar por una plataforma de madera en la que botabas demasiado. Ahora tocaba descansar para al día siguiente volver a las calles a hacer ejercicio.
Es un relato muy bonito. Espero que te anime a seguir escribiendo.
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